Y es que qué vamos a hacer sino luchar... qué vamos a hacer sino vivir y arriesgar? Cuando dejemos de arriesgar por nosotros y nuestro por venir sólo nos espera lo que aquel que pierde la inocencia por completo y no deja en sí ni un sólo ápice de ésta... la deshumanización y la caída en picado por un precipicio del cual nunca se podrá volver, una caída en cierta amargura sin opción alguna de poder levantarse.
Y es que en ocasiones uno no es fuerte, ni lucha, simplemente sigue cierta inercia la cual le hace superar las cosas... porque no hay otra opción, porque no hay otra buena salida posible que no acabe en penumbra y desolación.
No se es fuerte, se es caminante, y como cualquier sendero el de nuestra vida presenta obstáculos que hay que superar para avanzar, ya que el dar media vuelta y volver a lo que fue y nunca más será no es una opción en esta vida. Vida que nos hace cada día ser más conscientes de quienes somos.
