Y ya nada importa, todo pasó, todo se fue. Ya no importa
cada despertar pensado en que es esto, ni cada vez que me desplomé tras la
puerta ahogándome con mi propio llanto. Nada de lo que ocurría tenía que ver
contigo, pero todo lo englobabas tú, ya no haces nada.
Y ya nada importa, un curso perdido, un año olvidado, el
olvido de todo lo ocurrido, lo gritado, lo vivido, lo llorado, dos manos
juntándose en un despertar, o tenerla a ella siempre entre mis brazos. Pero eso
nunca lo olvidaré, ella siempre estuvo ahí, incluso cuando yo no quería estar,
cuando yo me había olvidado de mí. Y tú, tú también estuviste sin tener porque
hacerlo, aguantando mis cabreos, mis riñas, mis soledades, comiéndote mis
problemas y mis ahogos como podías. Nos dolimos tanto de tan diferentes manera
que nos convertimos en dos mismos polos que se repelen
Pero ya nada importa, todo ese ambiente que nos rodeaba
desapareció. Dejé de llorar por el amor, no por tu amor, ese no tenía claro si
lo quería o me mataría. Sino que lloraba por el amor de los demás, no el de
todos, sólo él ellos, de los que siempre me tuvieron y nunca lo vieron, de esa
familia la cual nunca supo quién soy, sólo como me llamo, como ellos me
llamaron. Por ellos y los problemas que nos rodeaban, el tener que encargarme
de todo, el poder con todo. Tantos "todos" que hicieron que se
derrumbase mi mundo y caí en el más profundo de los hoyos, en la caída más dura
desde ese barranco que tantas vidas han eliminado. Pero sobreviví.... Y ya nada
importa, ya no soy la misma, que fui y que nunca he sido. Porque esa no era yo,
era un fantasma que vagaba agarrando mi cuerpo y llenándolo de nada. La nada
era yo, y no sólo eso, se expandió y fue mi todo, lo único.
Pero ya nada importa, porque la soledad no me asola, ni me
abandona, ni le temo, ni me asusta, ella es mi amiga, mi confidente, mi única
compañera, es la única que no me ha abandonado desde que pisé este mundo. La
que me ha visto crearme y destruirme, la
que me ha visto como me eduqué, como aprendía y crecía. Ella es la que me hizo
ser quien soy, la que me hizo encargarme de tantas vidas tan joven, la que me
llevó al borde del abismo y disparó, la que me vio levantarme, crecerme y
seguir adelante.
Y ya nada importa, hace mucho que lo perdí todo, y no me
asusta arriesgar, ni ganar, ni perder, sólo avanzar y superarme. Porque ese es
mi sino, ser tan libre como el aire, pero cargar con el peso del mundo a mis
espaldas, sufrir lo insufrible, caer en el peor de los abismos, y poco a poco
levantarme y seguir superándome, seguir adelante poco a poco, por mucho que
cueste, por mucho que duela.
Pero ya nada importa porque
hace tiempo que está todo muy claro, todo. Jamás podré agradecer con
palabras todo lo que ellos tres han aguantado, soportado y sufrido por mí hasta
la desesperación. Jamás sabré como agradecerlo. Porque soy difícil desde la
primera hasta la última célula de mi ser. Porque mi vida, mi todo, cada
despertar, cada día es difícil y yo no nací eligiendo esto. Y ellos han seguido
aquí. Aunque ya nada importe, porque mi yo, mi alma, mi ser, vio lo claro que
estaba todo. No merecía la pena seguir
así, destrozándolos a todos. Y aunque me cueste la misma vida seguir adelante
cada mañana, siempre me repongo porque tengo sueños que cumplir, metas que
alcanzar, paisajes que admirar, pieles que rozar, bocas que besar, cuerpos que
arañar, gente con quien reír vivir,
gritar, soñar, discutir, admirar, gente a quien amar.
Y es que sé que nada importa si se me prohíbe soñar...